¿Puede ser algo considerado verdadero simplemente porque es útil?
Esta era la idea que defendió Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII, fundando una corriente filosófica que tuvo una honda repercusión en el pensamiento anglosajón: el Utilitarismo.
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Jeremy Bentham (1748-1832)
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Los utilitaristas presuponen que no existe “La
Verdad”, es decir que no hay una única descripción correcta de la realidad. La verdad es relativa a nuestras circunstancias concretas, nuestros
intereses y prioridades. El utilitarismo considera que las ideas verdaderas son
aquellas que se revelan como más útiles, en el sentido de que las consecuencias
prácticas de su aceptación contribuyen al bienestar y la felicidad humanas. Por eso la verdad de una idea se define por su utilidad, es decir, por los
resultados o consecuencias producidos por ella. De ahí que esta doctrina se
conozca también con el nombre de consecuencialismo.
El utilitarismo parte del
supuesto de que todo ser humano persigue la mayor felicidad posible, esta es el
objetivo de todas sus acciones, públicas-políticas y privadas-morales. Una
felicidad que concibe, además, de modo hedonista; se busca en el fondo y
siempre aumentar el placer y disminuir el dolor. Lo correcto es pues, todo lo
que promueve la felicidad.
Ahora
bien, hay que entender que Bentham no defiende el placer fácil e inmediato,
sino de calcular el efecto a corto, medio y largo plazo de la actuación, algo
que a corto plazo puede resultar un sacrificio, puede ser muy beneficioso a
largo plazo. Por otra parte el utilitarismo tampoco es un egoísmo individualista.
De acuerdo con las ideas de Bentham, lo que es bueno solo para mí, y me
enfrenta a los demás, acaba convirtiéndose en algo malo. Así que el mejor modo
de fomentar el propio interés es promover el interés global, el bien es mayor
cuando lo es para todos.
El utilitarismo nos anima a calcular
cuidadosamente las consecuencias de nuestras decisiones. Por ello, cuando
estudiemos las diversas opciones con las que contamos, consideraremos correcta –y
por lo tanto, verdadera- la que tenga consecuencias positivas para la mayor
cantidad de personas.
El
sentido del utilitarismo se comprende mejor si tenemos en cuenta cuál fue la
intención de su autor. Bentham pretendía reformar la legislación británica, que
en aquella época mantenía unas desigualdades sociales y políticas muy grandes.
Como era un ilustrado, defendía un orden social basado en el análisis racional
de lo justo y de lo injusto. Simplemente trataba de trasladar a la vida social
y política la sensata idea de calcular los costes y beneficios de cada idea,
adoptando en cada caso, como correcta aquella que sea más beneficiosa en
términos de felicidad general.