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Profesora de Filosofía del IES Severo Ochoa (Granada)

Sobre huracanes y otras catástrofes no tan naturales


 "En el verano de 2004, el huracán Charley salía con toda su violencia del Golfo de México para acabar en el Atlántico y de paso asolar Florida. Murieron veintidós personas, los daños ascendieron a 11.000 millones de dólares. En una gasolinera de Orlando vendían a diez dólares las bolsas de hielo que antes costaban dos. Como no había energía eléctrica  a muchos no les quedó más remedio que pagar. Los árboles derribados aumentaron la demanda de motosierras y reparaciones de tejados. Por retirar dos árboles del tejado de una casa se pidieron 23.000 dólares.  Las tiendas que vendían pequeños generadores eléctricos por 250 dólares querían ahora 2000. A una mujer de setenta y siete años que huía del huracán con su anciano marido y una hija discapacitada le cobraron 160 dólares por noche por una habitación de hotel que normalmente costaba solo 40.
Muchos montaron en cólera en Florida por esos precios hinchados. “Tras la tormenta, los buitres”, rezaba un titular del periódico USA toda. Un vecino, cuando le dijeron que quitar un árbol que había caído sobre su tejado le iba a costar 10,500 dólares, declaró que estaba mal que “quieran aprovecharse de las penalidades y desgracias de otros”. El fiscal general de ese estado pensaba lo mismo: “Estoy asombrado de hasta dónde debe de llegar la codicia en el corazón de algunos para que pretendan aprovecharse de quienes están sufriendo por el huracán”.
El huracán dejó tras de sí un debate sobre los precios abusivos. La cuestión se planteó en los siguientes términos: ¿debe intervenir  el Estado prohibiendo las subidas especulativas de precio incluso, si con ello interfiere la libertad de compradores y vendedores para cerrar los tratos que deseen?, o por el contrario ¿se debe dejar libertad a la gente para que venda los productos al precio que se derive de la ley de la oferta y la demanda?.
Florida tiene una ley que prohíbe las subida especulativas de precios. Tras el huracán la oficina del fiscal general recibió más de dos mil quejas. Algunas llegaron a los tribunales, y con éxito. Una cadena hotelera tuvo que abonar 70.000 dólares en multas y devoluciones a clientes a los que se había cobrado de más.
Sin embargo, según algunos economistas defensores del libre mercado, “precio abusivo” es una expresión emocionalmente potente pero carente de sentido desde el punto de vista económico. Según estos economistas los “precios abusivos” son simplemente precios claramente mayores de lo acostumbrado, pero los precios a los que se está acostumbrado no son moralmente sacrosantos, no son más especiales que cualquier otro precio que las circunstancias del mercado –incluidas las creadas por el paso de un huracán- pueden propiciar.
De acuerdo con las teorías del libre mercado, un precio más alto del hielo, el agua embotellada, las reparaciones de los tejados, los generadores o las habitaciones de los hoteles, tiene la ventaja de que incentiva a proveedores de servicios a suministrar lo necesario incluso en las circunstancias más difíciles. Hace que merezca la pena el esfuerzo por producir y vender, por lo tanto no tiene nada de injusto: los precios altos simplemente reflejan el valor que compradores y vendedores deciden darles a las cosas que intercambian"

(Adaptado de M.J. Sandel: “Justicia, ¿hacemos lo que debemos”. Random House, Mondadori, 2011)

Lee el texto y  responde a las siguientes preguntas.¿Es justo o no que los precios de productos básicos suban en situaciones de emergencia social?
  1. ¿Debe el Estado poner límites y castigar la codicia de la gente?
  2. ¿Consideras justo que el  Estado limite la  libertad del  ciudadano para que decida qué precio quiere ponerle a las cosas que vende?
  3. ¿Es justo que el Estado intervenga en cuestiones morales?. Si la respuesta es afirmativa...¿en qué tipo de cuestiones?, ¿debe haber algún límite?


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